Crítica: Abierto hasta el amanecer
Abierto hasta el amanecer es una película de 1996 dirigida y escrita por el director estadounidense Robert Rodríguez.
Esta película tuvo un auge increíble no solo por la actuación principal de George Cloony si no también por su guión coescrito por su amigo Quentin Tarantino.
En esta película se observa un tributo al género roadmovie algo que también se verá en Death Proof de Tarantino y Grindhouse de Rodríguez.
Pretende ser una clásica de carretera, con un guión y unos personajes muy influenciados por Tarantino, da un vuelco brutal transformando lo que era una auténtica pesadilla para una familia secuestrada por unos atracadores, a una masacre con personajes sobrenaturales y una violencia desfasada pero divertida.
La película comienza con un guión y unos personajes magistrales dejando al espectador aterrorizado con los pensamientos enfermizos e impulsivos de Richard Gecko y la brutalidad y frialdad de su hermano Seth Gecko, donde la fotografía de Guillermo Navarro no pasa desapercibida, dejándonos unas escenas visualmente impresionantes.
Esta cinta cambia completamente cuando los protagonistas llevan a sus rehenes a un bar donde el desmadre se desata dejando al espectador boquiabierto por un gran inesperado giro de guión.
Ernest Liu, Harvey Keitel y Juliette Lewis |
Y es que, no solo cambia el género de la película si no que los diálogos entre los personajes y la actitud de estos varía ya sea por el suceso tan extraño que ocurre en el local o porque Rodríguez tomó la rienda del guión mientras Tarantino bajó a por más cervezas.
Aun así, Abierto hasta el amanecer es una película divertida, gamberra y con una banda sonora que la hace inolvidable.
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